Lección de vida al Sr. Gallardón


Las ideas se tropiezan en mi mente pidiendo ser las primeras en salir: hablan de odio, de incomprensión, de ganas de escupirle a la cara, de ponerle en un caso de primera mano y al final me digo que con ese amor cristiano del que se enorgullece, debería explicárselo con calma y diplomacia y pretender ponerme en su piel.
Pero mi empatía y respeto hacia otras creencias tiene un limite. Debería el Señor Gallardón recordar las palabras de Voltaire: “mi libertad acaba donde empieza el derecho del otro” y por muy ministro que sea esta pisoteando mi libertad y por ahí no paso.
Casi cuatro años he tardado en pasar página. En dejar de pensar que de cuatro hijos solo puedo abrazar a dos y no por ser una mujer perversa e irresponsable sino porque la vida tiene estas paradojas. La naturaleza no es sabia, es tan humana que también se equivoca y te obliga a pasar tragos que no entiendes y que desde luego ni la ley de los hombres ni mucho menos la de Dios tiene nada que decidir ni opinar. 
Al final estas solo tu y tu conciencia. 
Y la condena es larga.
Siempre he estado segura de que quienes me reprochaban no seguir adelante con Zoe eran unos hipócritas. Estoy convencida de que quienes tanto defienden la vida irían corriendo y pagarían lo que fuera por saltarse la ley si hiciera falta y simplemente por no quedar mal con la familia o por una cuestión de imagen, estoy CONVENCIDA, y fijaos que ya no hablo de un problema médico.
Tuve que escuchar tantas sandeces mientras lo único que ataba a mi hija Zoe a la vida era estar dentro de mi jugando con su hermana gemela que al final exploté; y lo hice porque lo único que puede darte derecho a hablar de ello a opinar a decidir es PASAR POR ELLO.
¿Se imagina Señor Gallardón el impacto que tuvo oírlo decir que una malformación grave del feto dejaría de ser excusa para abortar legalmente? ¿Quien es usted ni nadie para opinar, juzgar, para darme permiso o no? ¿Sabe que? El cinturón de castidad pasó a la historia así como el derecho de pernada y ya no tengo que pedir permiso a mi marido para salir de viaje o comprar una tele o ir a trabajar. El dolor me da la risa floja, esa risa que sale en los funerales. La tristeza extrema nos provoca reacciones de supervivencia.
No voy a contarle un caso mas, para "solo" darle pena, ni a hablarle de como se resiente un matrimonio, o la familia o la forma de ver al mundo. Para eso tiene mi blog si de verdad tiene interés por saber de lo que habla.
Pero le haré una sugerencia. Meta su misoginia en un armario y dedíquese a las cosas que de verdad importan. Empiece por arreglar los problemas familiares que tienen en su casa con tanto ladrón y defraudador y no venga a meterse en la mía: sería como venir a hablar de la soga en casa del ahorcado.
Por cierto, que la decisión mas horrible que he tenido que tomar en mi vida me arrancó una hija pero sigue viva en nuestros corazones, en su recuerdo y la sonrisa de su hermana gemela que gracias a esa decisión y a un equipo medico estupendo y CUERDO hoy si esta con nosotros.
Ese es el derecho a la vida que todos deberíamos respetar.

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